Astérix: El lirio blanco y las oportunidades perdidas

Micro-reseña de la última entrega de Astérix, titulada ‘El lirio blanco’.

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Astérix: El lirio blanco y las oportunidades perdidas

Los nuevos álbumes de Astérix siempre caen cerca de mi cumple. Así que era tradición que me regalaran uno cuando salía. Normalmente se encargaba mi abuela materna, aunque tras su muerte los siguientes fueron cayendo desde distintas manos. Pero lo importante es que la tradición se mantiene y, más o menos cada dos años, sacan un nuevo Astérix por mi cumple.

Esta vez ha tocado Astérix: El lirio blanco, el álbum número 40 de los irreductibles galos. Tras cinco álbumes con guiones de Jean-Yves Ferri llegaba el turno de pasar el testigo a Fabcaro, mientras que los dibujos seguían siendo obra de Didier Conrad. Personalmente había disfrutado las últimas aventuras. No tenían la profundidad de la era dorada de la serie, pero eran una lectura mucho más agradable que la recta final de Albert Uderzo en solitario. Todo esto lo discutí en un podcast dedicado al 60 aniversario de la colección en Zona Negativa que podéis escuchar haciendo click en la imagen.

Así que dejo lo anterior para quien realmente le interese y me dispongo a hablar de Astérix: El lirio blanco. ¿Mi veredicto? Ha sido una decepción. Un álbum flojo, sin colmillo ni profundidad que se queda en la superficie de aquello que no tiene claro que critica. Un batiburrillo de gags de un solo tono bastante previsible y que se preocupa de tener la forma que hizo grande a estos personajes, pero no su fondo.

A mitad de historia se produce un giro que podría haber sido una agradable sorpresa, una vuelta de tuerca que era una buena oportunidad de hacer crítica o decir algo nuevo dentro del marco de la serie y, nada, no hacen nada con ello. De hecho, se quedan tan peligrosamente cortos que el mensaje lanzado tan solo puedo definirlo como carca, siendo amable. Un retrato tremendamente pasado de moda que se podría haber abordado de frente, pero se convierte en una de las mayores oportunidades perdidas de toda la historia de Astérix. De hecho, realmente ni se resuelve, conformándose con terminar con unas tortas sin sal, una vuelta a la aldea y un festín final que se siente muy poco merecido.

Poco más tengo que decir en esta breve reseña, aunque os emplazo al texto de Diego García Rouco en Zona Negativa para indagar más a fondo. Con él he hablado mucho de Astérix estos años y es la primera vez que estoy tan de acuerdo con su visión de lo que necesitan los galos. Es el momento de abrir las puertas y reinventarse en condiciones. Igual Ferri no tenía colmillo, pero entretenía y divertía. De este guion de Fabcaro a lo peor de Uderzo apenas hay dos pasos. Personalmente, no quiero andar ese camino. No otra vez. Los galos ya resistieron una vez ese destino. No sé si podrían hacerlo dos.


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